Su entierro costó un millón de dólares.
Si Michael Jackson fuese una momia, su tumba sería más cara que la de Tutankamon. Más de un millón de dólares costó su entierro el pasado mes de septiembre en el Forest Lawn Memorial Park, una especie de Puerta del Hierro para difuntos: allí se alojan eternamente Clark Gable, Jean Harlow y otras estrellas de Hollywood. Semejante lujo post-mortem se ha desvelado al hacerse públicos los papeles del juzgado sobre el destino de su fortuna, que cada vez dependerá menos de su familia y más de los administradores designados por el propio Jackson.
“Se trata de Michael Jackson. Él era más grande que la vida”, ha declarado a "Los Angeles Times" Howard Weitzman, representante legal del abogado de la industria del entretenimiento John Branca y del ejecutivo musical John McClain, ejecutores de la herencia. La madre del difunto, Katherine Jackson, parece haber llegado a un acuerdo para no discutirles este estatus ni las decisiones que tomen, muy a pesar de su exmarido y padre del cantante, Joe Jackson, que no hereda un centavo. Lo cual se explica por el historial de abusos y violencia a los que Joe Jackson sometió a Michael cuando este era sólo un niño.
Da la impresión de que el último contacto de Joe Jackson con el lujo y la gran vida lo habrá tenido en el entierro de su hijo. Fue un entierro digno de un faraón del pop. Sólo en la suntuosa cripta de granito y mármol, inspirada como poco en los palacios del Renacimiento italiano, se gastaron 590.000 dólares (394.065 euros). Cerca de 12.000 dólares más costaron las invitaciones al entierro recibidas por personalidades como Liz Taylor, Macaulay Culkin y Quincy Jones.
Cena post-entierroEl entierro fue nocturno y en la más estricta intimidad. No pudieron entrar ni la segunda esposa de Jackson e impopular madre de dos de sus vástagos, la enfermera Debbie Rowe, ni los periodistas. Sí fue bien recibida la primera esposa de Jackson e hija única de Elvis Presley, Lisa Marie Presley. Para garantizar la tranquilidad y la privacidad de todos se empleó un servicio valorado en 30.000 dólares. Aunque, si se tiene en cuenta que eso incluía las limusinas y otros esplendorosos vehículos utilizados para trasladar a la familia, se puede considerar casi económico.
Por lo menos los “seguratas” y los coches salieron más baratos que la ropa con que se vistió al difunto: 35.000 dólares del ala, eso da para muchas casacas doradas y muchos guantes con lentejuelas. Luego están los 15.000 dólares que se llevó el ideólogo del funeral –alguien tiene que planificar estas cosas- y los 16.000 dólares para las flores. Más 21.455 dólares cargados por un restaurante italiano de Pasadena por una cena post-entierro, algo que en España puede chocar un poco, pero que entra de lleno en la tradición americana y anglosajona.
Todos estos dispendios reconcilian con la imagen mítica del artista que un día se compraba un rancho para convertirlo en el mundo de Peter Pan y otro día se autorregalaba los derechos de los temas de los Beatles, detalle que le costó la amistad con Paul McCartney. Pero desde entonces ha llovido mucho. ¿No se supone que Michael Jackson murió arruinado?
Pues sí pero hasta cierto punto. Y además no hay nada como morirse para sanear las finanzas. Le ocurre al protagonista de “Muerte de un viajante” de Arthur Miller –que póliza de seguros en mano vale más muerto que vivo- y le ha ocurrido a Michael Jackson, que ha sido fallecer y volver a cotizar como la espuma. Todo lo suyo, desde el disco y la película This is it hasta el último detalle de memorabilia vale su precio en oro. Desde este punto de vista, el faraónico entierro podría ser la mejor inversión que en mucho tiempo han hecho sus administradores.
Si Michael Jackson fuese una momia, su tumba sería más cara que la de Tutankamon. Más de un millón de dólares costó su entierro el pasado mes de septiembre en el Forest Lawn Memorial Park, una especie de Puerta del Hierro para difuntos: allí se alojan eternamente Clark Gable, Jean Harlow y otras estrellas de Hollywood. Semejante lujo post-mortem se ha desvelado al hacerse públicos los papeles del juzgado sobre el destino de su fortuna, que cada vez dependerá menos de su familia y más de los administradores designados por el propio Jackson.
“Se trata de Michael Jackson. Él era más grande que la vida”, ha declarado a "Los Angeles Times" Howard Weitzman, representante legal del abogado de la industria del entretenimiento John Branca y del ejecutivo musical John McClain, ejecutores de la herencia. La madre del difunto, Katherine Jackson, parece haber llegado a un acuerdo para no discutirles este estatus ni las decisiones que tomen, muy a pesar de su exmarido y padre del cantante, Joe Jackson, que no hereda un centavo. Lo cual se explica por el historial de abusos y violencia a los que Joe Jackson sometió a Michael cuando este era sólo un niño.
Da la impresión de que el último contacto de Joe Jackson con el lujo y la gran vida lo habrá tenido en el entierro de su hijo. Fue un entierro digno de un faraón del pop. Sólo en la suntuosa cripta de granito y mármol, inspirada como poco en los palacios del Renacimiento italiano, se gastaron 590.000 dólares (394.065 euros). Cerca de 12.000 dólares más costaron las invitaciones al entierro recibidas por personalidades como Liz Taylor, Macaulay Culkin y Quincy Jones.
Cena post-entierroEl entierro fue nocturno y en la más estricta intimidad. No pudieron entrar ni la segunda esposa de Jackson e impopular madre de dos de sus vástagos, la enfermera Debbie Rowe, ni los periodistas. Sí fue bien recibida la primera esposa de Jackson e hija única de Elvis Presley, Lisa Marie Presley. Para garantizar la tranquilidad y la privacidad de todos se empleó un servicio valorado en 30.000 dólares. Aunque, si se tiene en cuenta que eso incluía las limusinas y otros esplendorosos vehículos utilizados para trasladar a la familia, se puede considerar casi económico.
Por lo menos los “seguratas” y los coches salieron más baratos que la ropa con que se vistió al difunto: 35.000 dólares del ala, eso da para muchas casacas doradas y muchos guantes con lentejuelas. Luego están los 15.000 dólares que se llevó el ideólogo del funeral –alguien tiene que planificar estas cosas- y los 16.000 dólares para las flores. Más 21.455 dólares cargados por un restaurante italiano de Pasadena por una cena post-entierro, algo que en España puede chocar un poco, pero que entra de lleno en la tradición americana y anglosajona.
Todos estos dispendios reconcilian con la imagen mítica del artista que un día se compraba un rancho para convertirlo en el mundo de Peter Pan y otro día se autorregalaba los derechos de los temas de los Beatles, detalle que le costó la amistad con Paul McCartney. Pero desde entonces ha llovido mucho. ¿No se supone que Michael Jackson murió arruinado?
Pues sí pero hasta cierto punto. Y además no hay nada como morirse para sanear las finanzas. Le ocurre al protagonista de “Muerte de un viajante” de Arthur Miller –que póliza de seguros en mano vale más muerto que vivo- y le ha ocurrido a Michael Jackson, que ha sido fallecer y volver a cotizar como la espuma. Todo lo suyo, desde el disco y la película This is it hasta el último detalle de memorabilia vale su precio en oro. Desde este punto de vista, el faraónico entierro podría ser la mejor inversión que en mucho tiempo han hecho sus administradores.
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